Miércoles santo en la vida de Jesús. Acompáñame en el recorrido de lo que ocurrió ese día.
Simón, el leproso quien había sido curado por Jesús, lo invita a comer en su casa.
Mientras comían, entra en la casa una mujer, rompe un frasco de perfume caro, conocido como alabastro y lo echa a los pies del Señor. Ella besó y secó sus pies con sus cabellos.
Los discípulos critican a la mujer diciendo que ese perfume se pudo haber vendido para ayudar a los pobres.
Jesús les reprocha diciéndoles que esa mujer había hecho bien, que a los pobres siempre los tendrían, pero no a él todo el tiempo. (Mateo 26: 6-13).
Ese mismo día el Maestro dice a sus discípulos que en dos días durante la Pascua sería entregado para ser crucificado". (Mateo 26:1.2).
Tambien ese miércoles las autoridades judías se reunen con un único objetivo, matar al Mesías.
Ya habían intentado hacerlo, sin éxito.
Ahora les mueve la furia de ejecutarlo cuanto antes, pero con astucia, con una frialdad y un odio motorizado por el mismo Satanás.
Acuerdan apoderarse con engaño de Jesús y hacerle morir. Pero dicen: No sea en la fiesta, para que no se produzca alboroto entre el pueblo".
Las deliberaciones fueron duras. Hablan más los que más le odian, es decir, los que tienen un mayor pecado según las denuncias públicas y privadas de Jesús.
No pueden esperar, pero no quieren alboroto. Saben que los partidarios de Jesús son muchos.
Saben que en una situación de guerra civil, los romanos intervendrían y liberarían a Jesús, pues su conducta es intachable y no es enemigo de ellos.
Se acercaba la fiesta de la Pascua. Entra Satanás en Judas Iscariote, uno de los doce quien habló con los príncipes de los sacerdotes y los magistrados sobre el modo de entregár a Jesús.
Entonces Judas Iscariote "fue donde los príncipes de los sacerdotes, y dijo: ¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue? Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. Desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo".
El precio de la entrega ya había sido profetizado
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