TENER EL ALMA ARMADA CON LA ARMADURA DE DIOS

"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 

 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 

Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos". Efesios 6:10‭-‬18 

Tener el alma armada es necesario en estos días de peligro desorbitado. 

Los países desarrollados se blindan para una guerra física contentiva del mayor poder autodestructivo de la historia de la humanidad. 

Ya lo decía Einstein en su respuesta a la pregunta que le formularon de cómo sería una tercera guerra mundial y su proverbial respuesta de que desconocía cómo sería la tercera guerra, pero estaba seguro de que la cuarta sería con piedras y palos. 

Pero ¿qué decir de la guerra espiritual, esa que no se ve, la que se siente, pero no se entiende y que muchos no creen? cuando lo cierto es que esa guerra invisible es la que determina las guerras reales y palpables. 

Todas las armas de Dios son fundamentales para la vida espiritual y mental. 

1. El yelmo de la salvación protege la cabeza y con esto la mente que es el campo de batalla. 

2. El escudo de la fe envuelve el ser completo y lo libra de los ataques feroces por la fortaleza que provee a los creyentes. 

3. Los lomos deben estar ceñidos, ajustados, para tener ligereza y facilidad de movimientos. ¿Y qué mejor ceñidura que la verdad sin doblez, con franqueza y sinceridad? 

4. La coraza de nuestro pecho espiritual debe ser la justicia pura y sin engaño, dando a cada quien lo merecido conforme a como nos enseñó Cristo Jesús. 

5. Nuestros pies deben ser raudos y precisos para diseminar la semilla del Evangelio en todo momento y lugar. 

6. Nuestra espada es la palabra de Dios, la Biblia, la cual debe estar afilada, limpia y brillante para exponerla ante todos. 

Por demás, perseverar en las distintas armas protectoras de Dios como la oración, el ayuno y el estudio de la palabra, constituyen la fuente de la fortaleza en Cristo Jesús.

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