1 Samuel 3:8-10 “Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven. Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel!
Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.”
En toda la historia humana la actitud de escuchar ha sido fuente de conflictos.
Todos queremos hablar, pero pocos deseamos escuchar y propiciamos los llamados “diálogos de sordos” donde todos hablamos, pero ninguno escuchamos, por diversas causas que van desde que estamos muy ocupados, hasta que no nos interesa lo que nos dicen.
Expresa un proverbio chino “Si la naturaleza me dio dos orejas y una sola boca, es porque debo escuchar el doble de lo que hablo”, pero en la práctica es al revés y hablamos más de lo que escuchamos.
Este pasaje bíblico, se produce en un tiempo donde no había palabra de Dios ni visión manifiesta. Dios se comunicaba muy pocas veces con la gente y no le daba a nadie mensajes ni visiones.
Vemos que Dios llamó tres veces durante la madrugada al entonces joven profeta Samuel mientras dormía en el templo, para hacerle una singular revelación.
Pero Samuel no conocía la voz de Dios, ni mucho menos esperaba que le hablase.
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Cristo te ama y me ama. Quiere que estemos en comunicación.