JESUS, EL HOMBRE QUE VERDADERAMENTE DIO UN SITIAL A LA MUJER.

Hay un  tema que coloca a la mujer actual en la brecha social; "Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio".

Superpone la innovación "por parte de las mujeres y las niñas, para las mujeres y las niñas", en el centro de los esfuerzos para lograr la igualdad de género.

La vista es, que dicha igualdad sea en lo referente a los derechos que como parte igualitaria del conglomerado social corresponde al género femenino.

Un hombre por ser hombre, no debe ganar más que una mujer, haciendo el mismo trabajo, para citar un ejemplo.

Hacer un parangon entre la dura realidad que la sociedad ofrece a la mujer y la vida abundante que le ofrece Cristo, es necesario para diferenciar lo pasajero de lo eterno y poder seleccionar lo verdadero.


Algo de historia.

La lucha femenina por el respeto de sus derechos ha sido extensa e intensa y siendo realistas y proporcionales, se han subido peldaños, pero no se ha pasado de cierto nivel en la escalera social.

La idea de celebrar un Día Internacional de la Mujer surgió al final del siglo XIX, en un mundo industrializado, pero en el que muchas mujeres eran explotadas y no contaban con una ley que las protegiera.

El 8 de marzo de 1857, las mujeres que trabajaban en la industria textil de Nueva York, organizaron una huelga.

Luchaban contra los salarios bajos y las inhumanas condiciones laborales. 
La reacción de la policía fue detener y agredir a las manifestantes.

Dos años más tarde, estas mujeres crearon su primer sindicato con el fin de protegerse y conseguir ciertos derechos laborales básicos.

El 8 de marzo de 1908, 15,000 mujeres se manifestaron por las calles de Nueva York para exigir un recorte del horario laboral, mejores salarios, el derecho al voto y el fin del trabajo infantil. 

El eslogan que eligieron fue ¿Pan y Rosas?. El pan simbolizaba la seguridad económica y las rosas, una mejor calidad de vida.

En noviembre de 1909 inició la huelga de 'las camiseras', también conocida como "el levantamiento de las 20000"La huelga fue dirigida por Clara Lemlich y apoyada por la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres de Estados Unidos.

En 1910 en Copenhage, Dinamarca, se celebró una conferencia internacional entre organizaciones socialistas del mundo. La conferencia propuso la creación de un Día de la Mujer de carácter internacional. 

La idea partió de Clara Zetkin, una socialista alemana, que planteó la creación de un Día Internacional para conmemorar la huelga de 1857 en Estados Unidos. La propuesta se aprobó por unanimidad, y contaba con más de 100 mujeres pertenecientes a 17 países.

El día de la mujer se instituyó para conmemorar el movimiento por los derechos de la mujer, incluyendo el derecho al voto.

El 19 de marzo de 1911 fue la primera vez que se celebró el Día de la Mujer en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de un  millón de personas.

El 25 de marzo de 1911,123 jóvenes trabajadoras y 23 trabajadores, la mayoría inmigrantes, murieron en el trágico incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York, por no poder salir del edificio, pues habían sido encerradas sin posibilidad de escapar.

En el año de 1975, coincidiendo con el Año Internacional de la Mujer, el mundo entero conmemoró el Día Internacional de la Mujer por primera vez el 8 de marzo, por disposición de las Naciones Unidas.

Una visión diferente de la mujer, la de Jesucristo.

Las mujeres las primeras en la cuna, las primeras en la cruz y 
las primeras en la resurrección.

Veamos a la luz de estos conceptos como el Salvador del mundo visualizó a la mujer.

¿Como trató Jesús a las mujeres de su época?

Veinte siglos antes de que las mujeres pudieran votar en una urna para elegir cargos de su ciudad y de que fueran tomadas en cuenta, hubo un hombre que las supo apreciar y valorar por lo que eran, no por lo que tenían; Jesús de Nazaret.

Observar la actitud de Jesús hacia las mujeres, diferentes en carácter, nivel social y modo de vida, es una experiencia extraordinaria.

Fue el hombre que llegó a hacer la diferencia sobre el papel de la mujer en medio de una sociedad clasista, discriminante y hasta inhumana con respecto a los derechos y atributos femeninos.

Jesús nunca colocó a una mujer a un nivel inferior al del hombre.

Se oponía a los prejuicios y no usaba diferentes varas para medir.

Jesús comprendió y respetó a la mujer.

Enumeramos para compartir este tema, el listado de mujeres que vivieron experiencias con El Maestro contenido en el libro “Un hombre diferente; mujeres que se encontraron con Jesús”, de la autoría de Gien Karssen, mujer de gran valor, especializada en ministerios relacionados con la mujer.

La autora perdió a su esposo en el holocausto de los nazis, apenas seis semanas después de la boda, pero supo reponerse con valentía a este episodio desastroso.

Las mujeres expuestas por la autora son:

1. La decidida y emprendedora María de Betania.

2. La activa y metódica Marta.

3. La despreciada mujer Samaritana.

4. La viuda que perdió a su único hijo.

5. La pecadora que le ungió los pies.

6. María magdalena y las mujeres que le servían de sus bienes.

7. La mujer que tocó el borde de su manto.

8. La mujer sorprendida en adulterio.

9. La mujer severamente encorvada.

Repasemolas brevemente.


María de Betania.

Es uno de los personajes más hermosos en todas las escrituras y podemos aprender valiosas lecciones al estudiar su vida.

María era la hermana de Marta y de Lázaro, a quien Jesús resucitó de entre los muertos.

Vemos a María tres veces en la biblia, comenzando con el incidente en la casa de su hermana, Marta (Lucas 10:38-42), donde Jesús, y presumiblemente los discípulos que viajaban con Él, estaban como invitados.

Marta estaba tan angustiada, "preocupada con muchos quehaceres", y frustrada de que su hermana no estaba ayudando, y por esa razón le reprochó a Jesús, acusándolo de que no le importaba que María se sentara a sus pies mientras ella hacía todo el trabajo.

La respuesta de Jesús nos da la primera idea de María de Betania. Jesús le felicitó por "escoger la mejor parte", dando a entender que el deseo de María de estar cerca al Señor y de aferrarse a cada una de sus palabras, era mucho más beneficioso que estar en el afanar de los preparativos para una comida.

Jesús dijo además que a María no se le quitaría el haber elegido la mejor parte y el haber aprendido del Señor.

El segundo incidente en el que María y Marta aparecen, ocurre en Juan 11 cuando su hermano Lázaro es resucitado de entre los muertos. Cuando María escucha que Jesús ha venido y la está llamando, ella sale inmediatamente y deja a aquellos que estaban llorando en su casa y se apresura para encontrarse con Jesús.

Tan grande es su amor por Él y su deseo de agradarle y obedecerle, que deja a quienes habían llegado a consolarla y se pone en los brazos del gran consolador que el mundo jamás haya conocido. Jesús ve su gran tristeza y llora junto con ella, a pesar de que Él sabe que su tristeza va a ser de corta duración y que su hermano le sería restaurado momentáneamente.

La tercera y última vez que vemos a María es justo unos días antes de la crucifixión de Cristo (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9; Juan 12:1-8).

En un momento, María abrió un vaso de perfume de alabastro, derramó una parte de ese costoso perfume sobre la cabeza y los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos.

A pesar de las críticas de algunos de los discípulos por desperdiciar ese perfume tan costoso, María no dijo nada. Al igual que en el primer incidente, María dejó que Jesús la defendiera. Jesús la defendió diciendo que ella había guardado este perfume para su sepultura y había hecho un gran acto de servicio para Él, que sería recordado a través de los tiempos.

Marta de Betania.

Lázaro se disponía a recibir en su casa de Betania a la visita más importante de todas: a Jesucristo. Vivía con sus hermanas, Marta y María.

Marta debió ser la mayor, pues en el relato se la ve actuar como la anfitriona y en ocasiones se la menciona primero (Juan 11:5).

Marta tenía mucho que ver con que aquel hogar fuera tan acogedor y agradable. Era una mujer hacendosa que siempre andaba trajinando por la casa y para la visita de Jesús no iba a ser menos. De modo que planeó una comida especial con muchos platos que deleitaran a su distinguido huésped y a sus posibles acompañantes.

Sin duda, Marta y María tenían mucho trabajo que hacer. María, entusiasmada, se sentó a los pies del Maestro, atenta a cada palabra que salía de su boca.

Es fácil imaginar cómo se sintió Marta ante la situación. La tensión e inquietud crecía en su interior a medida que cocinaba y se encargaba de mil y un quehaceres para atender a sus invitados.

Y mientras ella estaba yendo y viniendo de un lugar a otro, ¡allí estaba su hermana, sentada sin hacer nada! ¿Acaso mostraría Marta su enojo frunciendo el ceño o resoplando frustrada? Es muy posible que sí. Al fin y al cabo, ¡ella sola no podía con todo!

Al final, Marta no pudo aguantar más y explotó. Interrumpió a Jesús diciéndole: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender las cosas? Dile, por lo tanto, que me ayude” (Luc. 10:40). ¡Qué palabras tan directas! Está claro que Marta esperaba que Jesús corrigiera a María y le ordenara que volviera a sus tareas.

Probablemente, la respuesta de Jesús sorprendió a Marta, como ha sorprendido a tantos lectores de la Biblia desde entonces. Él le contestó con cariño: “Marta, Marta, estás inquieta y turbada en cuanto a muchas cosas. Son pocas, sin embargo, las cosas que se necesitan, o solo una. Por su parte, María escogió la buena porción, y no le será quitada” (Luc. 10:41, 42). ¿Qué quiso decir Jesús? ¿Estaba acusando a Marta de materialista o menospreciando el duro trabajo que suponía preparar una buena comida?

Aunque estaba “inquieta y turbada en cuanto a muchas cosas”, Marta fue humilde y aceptó la corrección.

¿Aceptó Marta el consejo de Jesús? No hace falta especular. El apóstol Juan, en la introducción del apasionante relato de Lázaro, nos dice: “Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro” (Juan 11:5).

Cuando Lázaro se enfermó, Marta sin duda se encargó de cuidarlo. Hizo todo lo que pudo para que se sintiera mejor y se recuperara; sin embargo, empeoraba cada vez más.

Al ver que el estado de Lázaro no iba a mejorar, las hermanas enviaron un mensaje a Jesús, quien estaba predicando a dos días de distancia. Sus palabras fueron directas: “Señor, ¡mira!, está enfermo aquel a quien le tienes cariño” (Juan 11:1, 3).

Sabían que Jesús apreciaba mucho a Lázaro y tenían la certeza de que haría cualquier cosa por ayudarlo. Pero ¿llegaría a tiempo? Si esta era la esperanza que abrigaban Marta y María, no tardó en derrumbarse: Lázaro murió.

Juntas, las dos lloraron a su hermano, se encargaron de los preparativos del funeral y recibieron a las numerosas visitas de Betania y sus alrededores. Pero Jesús no aparecía.

Seguramente Marta se sentía cada vez más desconcertada. Por fin, cuatro días después de la muerte de Lázaro, se entera de que Jesús viene de camino y está cerca de la aldea. Con ese ímpetu que la caracteriza, incluso en este momento tan sombrío de su vida, se levanta y, sin decirle ni una palabra a María, corre al encuentro de Jesús (Juan 11:18-20).

18 En cuanto Marta ve a su Maestro, expresa en voz alta el pensamiento que por días ha estado atormentandola “Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”.

Con todo, no ha perdido su fe y esperanza, pues añade: “Y sin embargo, actualmente sé que cuantas cosas pidas a Dios, Dios te las dará”. Al instante, Jesús le dice algo que fortalece su fe: “Tu hermano se levantará” (Juan 11:21-23).

Ella piensa que Jesús se refiere al futuro, así que contesta: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día” (Juan 11:24).

¡Qué fe tan impresionante! A pesar de que ciertos maestros religiosos conocidos como los saduceos negaban la resurrección, Marta creía firmemente en esta enseñanza tan clara de las Escrituras (Dan. 12:13; Mar. 12:18).

Sabía que Jesús enseñaba la esperanza de la resurrección y que incluso les había devuelto la vida a algunas personas, aunque hasta la fecha a nadie que hubiera estado muerto tantos días como Lázaro. ¡Si Marta supiera lo que está por ocurrir...!

Entonces, Jesús hace una impactante declaración que confirma que su Padre le ha dado la autoridad para que en el futuro realice resurrecciones a escala mundial. Dice: “Yo soy la resurrección y la vida”. Y luego le pregunta a Marta: “¿Crees tú esto?”. Ella dice que si.

Marta tenía fe en que Jesús era el Cristo —o Mesías—, que era el Hijo de Dios y que era aquel que habría de venir al mundo, tal como habían anunciado los profetas de la antigüedad (Juan 5:28, 29; Juan 11:25-27).

Finalmente, le oye pedir que se retire la losa que sella la tumba de su hermano (Juan 11:28-39).

Tan realista como siempre, Marta objeta diciendo que el cuerpo ya debe oler mal después de cuatro días. Pero Jesús le recuerda: “¿No te dije que si creías habrías de ver la gloria de Dios?”. Marta cree, y entonces ve de manera espectacular la gloria de Dios: ¡en aquel preciso instante, Jehová le da a su Hijo el poder para resucitar a Lázaro!

Pensemos en las imágenes que habrán quedado grabadas a fuego en la memoria de Marta: la orden que Jesús le da a Lázaro para que salga; el leve sonido que este produce al levantarse envuelto en las telas mortuorias y avanzar lentamente hasta la entrada; el mandato de Jesús de que lo desaten y lo dejen ir, y, por supuesto, el emocionado abrazo en el que se funden los tres hermanos (lea Juan 11:40-44). ¡Aquella abrumadora losa que pesaba sobre el corazón de Marta ha desaparecido.

La despreciada mujer Samaritana.

En el Evangelio de Juan, Jesús se compromete en una conversación inusual con una mujer samaritana desconocida junto a un pozo. “Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Siquem, junto a una heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.” (Juan 4:5-6).

Tradicionalmente, la samaritana está representada como una persona de mala reputación, una mujer perdida y pecadora que había tenido cinco maridos y con el que entonces vivía no era su marido.  Ella llega al pozo bajo el calor del día (la hora sexta es sobre el mediodía) evitando ser vista por la comunidad.  

Pero la conversación junto al pozo con esta mujer, aparentemente pecadora, lleva todas las trazas de un profundo compromiso teológico. La mujer sabe que de acuerdo con las tradiciones de los judíos, Jesús se contaminaría ritualmente al usar un vaso que perteneciese a una persona samaritana, por eso ella se cuestiona como puede darle de beber ya que Él no tiene vaso propio.

Ellos conversaron sobre adoración, salvación e incluso sobre el Mesías el concepto de que los samaritanos no tenían, pero judíos sí. La tensión inicial está pronto resuelta y el resultado de la conversación es el testimonio de ella sobre Jesús entre todos los del pueblo, llegando muchos samaritanos israelitas a creer en Jesús, y Jesús estando con ellos durante dos días.

¿Por qué los miembros de la comunidad israelita (no judía) creyeron en el testimonio de ella, si ella era reconocida como pecadora? ¿Por qué iban a soltar todo lo que estaban haciendo y venir a ver.

Jesús mantuvo que ella vivía con un hombre que no era su marido y muchos asumen que vivía con un amante, pero este no es el hecho. Porque ella necesitaba ayuda, podía estar viviendo con un pariente lejano o con algún arreglo no deseable por motivo de subsistencia. Es probable que Jesús no la estuviera clavando en la cruz de la justicia, pero a su vez le estaba dejando saber que Él sabía todo sobre ella y conocía el dolor por el que pasaba.

La viuda que perdio a su unico hijo.

Ser viuda en los tiempos de Jesucristo no era buen negocio. Ninguna legislación garantizaba el sustento para las viudas; no había fondos de pensión. Como ellas habían sido dependientes de sus maridos, se hacían dependientes de sus padres o familias, de las familias de sus maridos o de los hijos varones que tuvieran. Y ella acababa de perder a su unico hijo y va camino a su entierro.

Creo que podemos extraer por lo menos tres reflexiones fundamentales de esta narración.

1. El poder de DiosJesús transformó el dolor de la madre en alegría cuando devolvió la vida al joven. Con seguridad ese milagro no era esperado ni imaginado por esa madre. Eso nos muestra que no hay obstáculos que Dios no pueda vencer para cumplir sus propósitos

2. La compasión de JesúsEste es el único relato de un milagro en el que Lucas menciona explícitamente la compasión de Jesús. Compasión es tener piedad, pena, dolor, condolencia del otro. Jesús tuvo pena de la viuda, se condolió con su situación y al acercarse le transmite compasión con las palabras “No llores”. En esa frase corta se nota la expresión de mucha simpatía.

En seguida Jesucristo tocó el cajón. De acuerdo a las leyes ceremoniales, ese hecho podrían dejarlo impuro, pero a él no le importó. Jesús entendía que más importante que cumplir ceremonias es aliviar el dolor de las personas. 

3. La iniciativa de Jesús.  La viuda no pidió el milagro. Jesucristo hizo el milagro por iniciativa propia. Jesús tiene poder, Jesús tiene compasión; Jesús toma la iniciativa.

El episodio de la viuda de Naín nos muestra que la supuesta ausencia de Dios no dura para siempre. También nos muestra que la vida está hecha de contratiempos, de angustias, de desafíos, de malentendidos. En todo eso hay un Dios que nos acompaña y se dispone a hacer algo.

La pecadora que le ungió los pies.

Muchas veces, en el Evangelio, aparece Jesús enfrentado a la mentalidad y actitudes de los fariseos; discutió con ellos, los cuestionó. Sin embargo, acepta ir a comer a la casa de Simón, uno de ellos. Jesús quiere que todos encuentren el camino de la salvación.

La mujer irrumpe en la casa con demostraciones escandalosas para la mentalidad de los fariseos. Era una pecadora pública, quizá una prostituta o alguien que no vivía conforme a la ley. No hay ninguna razón para identificarla con María Magdalena como, alguna vez, se hizo erróneamente. El sólo hecho que se presente en casa de un fariseo, siendo pecadora pública, ya era un escándalo; además tiene la osadía de tocar a Jesús, de besarlo y de secarlo con sus cabellos. Jesús tiene una actitud de acogida con ella.

El fariseo pone en duda que Jesús fuera profeta: si lo fuera, conocería a esta mujer y no se dejaría tocar. No exterioriza su duda, pero lo piensa. Jesús no sólo conoce el interior de la mujer sino también el pensamiento del fariseo y expresa su enseñanza a través de una parábola: a quién más se le perdonó, más amó.

Jesús hace una triple comparación entre el fariseo y la mujer. Ofrecer al invitado agua para lavarse los pies, recibirlo con un beso y echarle perfume sobre su cabeza, no era obligación del dueño de casa, pero sí era una costumbre muy practicada. El fariseo no hace ninguna de las tres cosas; lo recibe de manera educada pero no cordial. 

La mujer no sólo realiza los tres gestos, profundiza la expresión: le lava los pies con sus lágrimas y se los seca con sus cabellos, no deja de besar sus pies y derramar perfume sobre ellos; tiene una actitud de gran cariño y cordialidad. Su actitud de afecto conmueve.

Las mujeres que le servían de sus bienes.

Tres mujeres en primera línea. Cada una con su vocación particular y las tres seguidoras incansables de las huellas de Jesús.

María Magdalena pasó a la historia por ser la primera persona que vio a Cristo resucitado. Todos recordamos esa escena: ella, llorando junto al sepulcro; el Señor que se le aparece como si fuera el hortelano. Luego el encuentro y el anuncio a los apóstoles. María Magdalena, la apasionada discípula que está junto a la cruz en el Calvario, junto a Maria la madre del maestro y el discípulo Juan.

Había otras mujeres que seguían al Maestro de Nazaret. Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, también le acompañó desde los tiempos felices de los milagros hasta el dolor del sepulcro. Era una persona importante en la ciudad. Una de esas mujeres que sabían estar, al mismo tiempo, entre la alta sociedad de la época y entre los pobres que escuchaban las palabras del Mesías.

También Susana ejerció un papel importante. Ella colaboraba con sus bienes para que el Señor y sus discípulos pudiesen dedicarse a lo importante: la predicación del Reino de los Cielos.

La mujer que tocó el borde de su manto.

La historia no puede ser más impactante y nos la narra Mateo 9:20-222 "Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora". 

Es el drama de “La mujer del flujo de sangre” que irradiando fe tocó el manto de Jesús. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas relatan la historia de esta mujer que puso su convicción de que el maestro la podia sanar, por encima de las tradiciones religiosas de su tiempo.


La mujer sorprendida en adulterio.

Era una mujer judía, por tanto conocía que el adulterio se penaba con la muerte.
Logico que era una mujer casada, probablemente muy infeliz dada la costumbre de que la familia y no ella era quien seleccionaba el esposo y quizas no amaba a ese hombre.

Pudieron darse muchas circunstancias más  en este relato del evangelio de Juan 8:1-11. Pero lo cierto es que todo llevaba a que fuera declarada culpable y finalmente asesinada.

Resalta que los judíos, escribas y fariseos no llevaron ante Jesus al hombre con quien la mujer cometía el adulterio, para ellos esto no tenia importancia. La finalidad era tentar a Cristo.

"Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. Y en la ley, Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres; ¿tú, pues, qué dices?". 

Arguyen que en la ley, Moisés ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Pero el Señor calla y se inclina a escribir en tierra. 

Ante la insistencia de que hable, sale de su boca una palabra que desde entonces ha movido los cimientos de la moral "El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra". 

Derrotados, se marchan uno a uno comenzando por los de mayor edad, y dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio. ¿Que habría escrito el Señor mientras estaba inclinado en el suelo? No lo sabemos. 

Pero lo cierto es que llega a la mujer el aroma de la salvación emanado del único que tenia autoridad para apedrearla, y le dice: "Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella respondió: Ninguno, Señor. 

Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más". La mujer severamente encorvada. Nos es presentada en Lucas 13:10-17. Jesús realiza otro milagro, precisamente en la sinagoga judia y para mas decir, sábado. 

La pobre mujer llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse. Jesús la vio, la llamó y le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad" al tiempo, que ponia las manos sobre ella. 

La mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios indignando al jefe de la sinagoga quien reclamaba porque Jesús había sanado en sábado. Pero como siempre, el argumento del Dios viviente no se hizo esperar: "¡Hipócritas! —le contestó el Señor—. 

¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su burro en sábado, y lo saca del establo para llevarlo a tomar agua? Sin embargo, a esta mujer, que es hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años, ¿no se le debía quitar esta cadena en sábado? 

Cuando razonó así, quedaron humillados todos sus adversarios, pero la gente estaba encantada de las tantas maravillas que El hacía. Nadie sobre la tierra le ha dado a la mujer el sitial que merece, como lo hizo Jesucristo.

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