DEL CORAZÓN DEL PASTOR. LA HERMOSA CARTA DE CHARLES STANLEY

 
El pastor Charles Stanley nos da un precioso regalo de navidad; Su artículo de la época que nos llena de la paz necesaria para reflexionar sobre la acción de dar y celebrar con perfecto entendimiento el cumpleaños del rey del universo, nuestro Señor Jesus.

 Del Corazón del Pastor carta 

 Apreciada Ada: En este mes de celebraciones especiales, me gustaría hacerle una pregunta: ¿Cuál es su actitud a la hora de hacer regalos? ¿Es usted alguien que se deleita en la elección del regalo ideal y espera con emoción a que el destinatario lo desenvuelva? ¿O el materialismo que se observa a menudo en esta época le hace preguntarse si esta práctica tiene algún mérito espiritual? 


La Navidad ofrece una magnífica oportunidad para expresar amor y aprecio por los demás. 

 Aunque el mercantilismo haya corrompido en cierta medida la tradición de hacer regalos, ello no es una buena razón para abandonar la práctica y perder la oportunidad de alegrar a los demás. No hay mejor momento del año para demostrar buena voluntad a las personas que nos rodean; de hecho, la primera Navidad se caracterizó por la generosidad. Veamos juntos algunos de los increíbles regalos que marcaron el nacimiento de nuestro Salvador: 

 María entregó su cuerpo físico y su reputación (Lc 1.26-38). 

 Llevó por voluntad propia a Cristo en su vientre, entregando su vida al plan de Dios. Y como no estaba casada, sacrificó su reputación. Aunque su compromiso con José era tan vinculante como el matrimonio, quedar embarazada antes de la ceremonia real habría sido una evidencia de gran pecado a los ojos de otras personas y devastador para una joven.

 José le dio provisión y protección (Mt 1.18-25). 

Cuando descubrió que María estaba embarazada, decidió separarse de ella en secreto para que no fuera deshonrada. Pero un ángel del Señor se le apareció a José en un sueño, le explicó que el Niño había sido concebido por el Espíritu Santo y le dijo que tomara a María como esposa. Él obedeció y les brindó protección y apoyo. 

 César Augusto dio un decreto (Lc 2.1-7). El emperador romano convocó un censo para llevar a cabo su plan de cobrar impuestos a todo el pueblo. Aunque pensó que era su idea, Dios lo estaba usando para cumplir su propósito divino. La profecía predijo que el Mesías nacería en Belén (Mi 5.2), pero María y José estaban en Nazaret. El anuncio del César los llevó a Belén en el momento justo del nacimiento de Cristo para que se cumplieran las Sagradas Escrituras. 

 El ángel del Señor dio el anuncio (Luc 2.8-14). 
 El primer informe del nacimiento de Cristo fue entregado por un ángel glorioso a un grupo de pastores. Les dijo que el Mesías había nacido y les explicó dónde encontrar al niño. Entonces, una multitud de ángeles celestiales apareció en el cielo, dando alabanza y gloria a Dios. ¡Qué espectáculo debió haber sido! 

 Los pastores dieron su testimonio (Lc 2.15-20). 
 Al escuchar el anuncio de los ángeles, los hombres se apresuraron a ir a buscar a María, José y al niño, que estaba acostado en un pesebre. Después de ver al Mesías, no pudieron guardarse la noticia, sino que contaron a todos lo que habían visto y oído. Y todos los que escucharon su relato quedaron maravillados.

 Los magos adoraron e hicieron regalos (Mt 2.1-11). 
 Es probable que se tratara de astrónomos o consejeros científicos de Persia. Cuando una estrella brillante en Oriente señaló el nacimiento de la realeza, emprendieron un largo viaje para encontrar al Rey de los judíos recién nacido. Cuando encontraron al Niño, se postraron para adorarlo y le dieron preciosos regalos: oro, incienso y mirra. 

 Dios dio a su Hijo unigénito (Jn 3.16). La mayor parte del mundo de aquella época consideraba que se trataba del nacimiento de cualquier niño más, pero María, José y algunos otros sabían la verdad. Era el Hijo de Dios que había venido del cielo para ser nuestro Salvador y Mesías.

 Jesucristo dio su vida (Mt 20.28).
 El mayor dador fue el bebé en el pesebre. Cristo renunció a las glorias del cielo y vino a la Tierra en forma humana para dar su vida como rescate por muchos. Nuestras vidas también deberían caracterizarse por la generosidad, no solo en Navidad, sino durante todo el año. Es parte de nuestra identidad en Cristo y debería ser nuestra reacción natural ante las bendiciones y provisiones de Dios. 

La generosidad nos recuerda una y otra vez que Él es la fuente de todo lo que tenemos. 

 En esta temporada navideña, ¿le gustaría pensar en cómo extender su generosidad? ¿Cómo podría mostrar su amor y aprecio a sus amigos, compañeros de trabajo y vecinos? Un regalo escogido con dedicación o un artículo hecho a mano puede ser un precioso regalo. 

También hay innumerables maneras de dar que no cuestan dinero, como ofrecer un oído atento, un consuelo compasivo o una mano amiga a alguien que lo necesita.

 Por último, de todos los regalos que hemos recibido, el regalo de Dios de la vida eterna a través de su Hijo es, sin duda alguna, el más valioso. 

Debemos estar dispuestos a contar a los demás lo que Jesucristo ha hecho en nuestras vidas. 

En Navidad, nos gusta cantar “Ve, dilo en las montañas”. Intente preguntarle al Espíritu Santo dónde están “las montañas” para usted; puede ser su vecindario o su lugar de trabajo. 

La gente que le rodea necesita saber que la salvación está disponible a través de Jesucristo. El evangelio es el mejor regalo que podría darles esta Navidad. 

 Con amor fraternal, Charles F. Stanley

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