Santiago 1:19-22. “19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”
El autor de esta epístola o carta es el apóstol Santiago, también llamado Jacobo, hijo de María y José y medio hermano del Señor Jesucristo.
Es una carta con muchas ideas claves de donde extraer conocimientos vitales para nuestro crecimiento espiritual, emocional y mental, pero esta vez nos enfocaremos en la necesidad que nos expone de ser “hacedores de la Palabra”.
Estas son las principales exhortaciones del apóstol en los versículos citados.
Primera invitación de Santiago.
Ser prontos para oír: Por sabiduría divina tenemos dos oídos, anatómicamente diseñados para estar siempre abiertos. Nada los cierra ni los tapa, salvo que nos coloquemos los dedos dentro de ellos o algún objeto que impida al sonido penetrar en el canal auditivo.
El oído es una maravilla de la ingeniería natural. Es un sentido tan importante que además de permitirnos escuchar las palabras, las melodías, el crujir del viento y el canto de las aves, nos mantiene el equilibrio del cuerpo ordenando al cerebro que mueva los músculos necesarios para mantener el contrapeso.
Escuchar es un arte en medio de esta sociedad que promueve el diálogo de sordos y hace del verbo escuchar un caos.
La hija no escucha a la madre porque no la comprende. El padre no oye al hijo porque no tiene tiempo. Los esposos no se escuchan porque suponen que el uno tiene que adivinarle los pensamientos al otro.
La familia no escucha a la escuela porque según ellos los profesores no hacen nada y estos dicen que los padres no saben criar. El jefe no escucha al empleado porque el es quien manda y al asalariado menos le importa porque el no es el dueño. Los gobiernos no escuchan, solo disponen, las entidades dejan que el internet y las secretarias automáticas escuchen. Nosotros no escuchamos a Dios, porque asumimos que Él está sordo y hasta mudo. Conclusión, vivimos en el planeta de los sordos.
Es importante escuchar, porque una misma realidad, dependiendo de la forma en que se perciba, puede entenderse de diversas maneras.
¿Quién es entonces la gente que sabe y quiere escuchar?
1. La que no interrumpe a quien está hablando.
2. La que permite que quien habla (el emisor) desarrolle la idea que quiere expresar.
3. No manifiesta gestos y ademanes que distraigan a quien habla ni a los demás.
4. Procesa lo que le están hablando y luego expone respuestas.
5. No interpreta las cosas a su manera, más bien realiza preguntas a su interlocutor para promover la comunicación.
Segunda invitación de Santiago.
Ser tardos para hablar: Contrario al sentido de la audición que inicia con dos orejas tenemos el acto del habla que presenta una sola boca, lo cual indica que hay que escuchar más y hablar menos.
Lo habitual de la boca es que permanezca cerrada y solo se abra para cosas sustanciales como comer y con prudencia comunicarse.
Una frase dice que se tropieza más con la lengua que con los pies, motivo por el cual el apóstol nos anima a pensar primero y hablar después sosegadamente. Esto es, administrar eficientemente las palabras.
Tercera invitación de Santiago.
Ser tardos para airarse:
Nos anima la carta a no dar cabida a la ira en nuestra vida, porque con ella nos alejamos de Dios y bajo su influencia diremos y haremos cosas que en nuestro cabal entendimiento jamás realizaríamos.
Existe una relación directa entre oír, hablar y airarse o enfadarse. Generalmente los problemas y conflictos comienzan con algo que se escuchó y no se comprendió, se mal interpretó e hirió.
Sigue entonces con una respuesta o reacción no bien pensada y rápidamente expuesta, que detona en disgusto e irritación, originando a su vez el pecado, porque quien está molesto actúa violentamente y casi siempre se arrepiente de haber reaccionado con imprudencia.
Ya lo dice Proverbios 16:32. "Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad."
Cuarta invitación de Santiago.
Desechar la inmundicia y abundancia de malicia: La promiscuidad mayor de nuestros días se está viendo en el lenguaje hablado.
Antes un hombre cortejaba con cortesía a una mujer, hoy le dice perra. Una mujer se sentía irrespetada por una vulgaridad que tan solo le insinuaran, hoy sale desvestida a la calle para provocar el morbo.
Los artistas más premiados y reseñados son los de comportamiento obsceno, los políticos más votados son los irreverentes y mentirosos y los grandes empoderados económicos son también los grandes inmorales.
Quinta invitación de Santiago.
Recibid con mansedumbre la palabra implantada: Dios se encarga de que a cada persona le llegue el mensaje de salvación.
Nunca como ahora hubo tanta información ni tantos medios asequibles para obtenerla.
Medios de prensa, internet, comunicación móvil, inteligencia artificial, metaverso, cine, libros digitales y predicadores de la palabra de Dios que están cada día transmitiendo al mundo la verdad eterna.
Pero solo unos pocos la escuchan y la practican.
Sexta invitación de Santiago.
Ser hacedores de la palabra, no solo oidores, para no engañarse a sí mismos.
La palabra de Dios hay que escucharla siempre, pero además ponerla en práctica.
Escucho personas decir que oyen todas las predicas, que se deleitan escuchando música cristiana, ven películas y series basadas en la Biblia y hasta andan con una biblia abierta en el tablero del carro y en la casa. Oyen y ven todo, pero no cambian su pensamiento ni su vida.
Quien solo oye lo que dice la biblia y no se mueve a practicarla, es como quien se deleita con Dios en la sala, pero cena con el diablo en la cocina.
Un aprendiz de piloto podrá escuchar toda la teoría que le enseñan en el instituto, pero hasta que no toma el timón de un avión, despega y aterriza, nunca será un piloto.
De igual manera, es sabio escuchar y estudiar la biblia, pero ella tiene que verse reflejada en la vida misma de quien lo hace, quien debe ser un testimonio vivo de la grandeza de Cristo.
Prediquemos con el ejemplo y hagamos la diferencia.
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Cristo te ama y me ama. Quiere que estemos en comunicación.